lunes, 7 de julio de 2014

Ahora lo sé a ciencia cierta: los peces voladores, no solamente existen sino que viven tanto en el Atlántico como en el Pacífico. Merodean a su antojo, hasta que se cruzan con un bonito o un Mahi Mahi o si tienen muy mala suerte aterrizan en la cubierta de un barco. 
    


Cruzar el pacífico, saliendo desde San Diego, Estados Unidos, nos tomará 25 días abordo de Kaimana catamarán de 42’ pies de largo. La próxima vez que toquemos tierra será en Las Marquesas, la isla específica depende más bien de como se porte el viento y las corrientes en la travesía. 

Antes de dejar el puerto siento algo inesperado, creo que no caía en la cuenta de que tan lejos estábamos yendo. Mi corazón empieza a latir rápido, muy rápido, siento ganas de besar y abrazar a cualquiera que este en el muelle, despedirme de alguien, no importa de quien realmente. El sentimiento no desaparece por varias horas, hasta que poco a poco el mar me va arrullando, me siento bienvenida, bendecida diciendo cómodamente hasta luego a tierra firme.

Hoy el día 11 estamos, en términos de distancia, a mitad de camino 1500 millas naúticas. Hemos tenido buen viento toda la primera semana, navegando a 8 nudos promedio, literalmente surfeando tumbitos, con un vaivén muy armonioso y cómodo. Poseidón se ha portado con la pesca, un Mahi Mahi, un atún de aleta amarilla, y 7 bonitos de  5 kg cada uno. Con ofrenda de por medio: hierbitas, caviar y rocoto peruano, todo envuelto en una hija sagrada para los hawainanos. 



Habiendo cumplido una semana y un día en curso, y viendo nuestro reporte de clima temíamos haber llegado a la franja los doldromes. Lo que significa en buen cristiano, no viento por 2 días, avanzar muy my lento, con unos dos o tres nudos de viento o cero y siempre a motor.  Eso según el reporte, pero del dicho al hecho hay un buen trecho; así conforme avanza el día, el viento sopla sobre nuestra popa, parejo a unos 12 nudos, permitiéndonos navegar con la spinaker alcanzando velocidades de hasta 7 nudos,. Nada mal para los dondromes! Reímos, con el viento a nuestro favor nos sentimos amos  del océano que atravesamos con tanto éxito. 

 Hemos tenido ayer una tormenta, el mar estaba furioso, 37 nudos en contra de nuestro, y las olas que conlleva tal ventarón, no puedo decir el tamaño, estaba oscurísimo, ni un gota de luz. Solo sé que eran grandes y venían de distintas direcciones, porque de vez en cuando rompían en la popa, sobre la cubierta. 15 horas de tempestad. Durante mi guardia he sentido la energía del océano, esa energía que tanto me gusta, a la que me refiero constantemente cuando intento definir la magia en correo olas. Nos estaba escupiendo, removiendo duro, quien sabe, tal vez dándonos un bautizo oficial.  Kaimana en hawaiano quiere decir precisamente eso:  la fuerza del océano o del mar. No  hay derecho de llevar un nombre así sin haber probado canela.  Sentí la soledad en la que nos encontramos como una aguja, como un pedacito minúsculo flotando en el mundo, Cuidado con el ego, somos pequeños seres con sorprendente capacidad para creernos grandes, el centro del universo. Estando acá afuera sientes que de veras no somos desde ningún punto de vista razonable el centro del universo, solo un actores, o vectores mejor aún.



 Llego la calma, no como uno se imagina repentinamente, sino poco a poco fue calmando calmando y luego de bum bum bum ahora estamos con las olas en contra pero el viento a favor y hemos podido nuevamente alzar velas. Con la corriente y con el viento demasiado sur para seguir en nuestro curso, estamos ahora avanzando a promedio de 4 nudos.  
Es tan cierta esa frase marinera que dice, "al mal tiempo buena cara”, porque no hay nada que podamos hacer en este punto mas que aguantarnos este incesante golpeteo en el casco, sonido y movimiento, sonreír  y disfrutar los placeres de estar acá ahora, rodados de mar, de paz, sin prisas, estar felices porque paso la tormenta y aún tenemos mástil y estamos flotando.   

 Parece surreal estar acá, fuera del tiempo,  en un velerito a 5 nudos, es decir 5 millas náuticas por hora,  aproximadamente  9 kilómetros por hora, por una travesía de 3400 km en búsqueda de olas y mar, más mar.
Hoy mi turno es en el amanecer, bueno son las seís y media dice el reloj, pero aún no salió el sol. Parece ser ya el momento que estábamos esperando, para regalarnos una horita mas y cambiar atrasar nuestro reloj. Fuera del tiempo es que estamos, marcados por una nueva cotidianidad, la de alta mar: noches de 6 horas con turnos de 2 horas, revisar todas nuestra provisiones frescas a diario para ver que no se estén pudriendo,  mirar las estrellas por si la brújula se ha vuelto loca, quedar atentos a la dirección y fuerza del viento, observar las nubes, revisar que las velas estén bien dispuestas. 

Cayó pescado hoy, un Wahoo de 4.5’de largo. Nunca vi uno de este tamaño. Llevábamos ya tres días, pidiendole al mar que nos de un pescado. Se demoró, pero no podía ser mejor. No sé como se llama el Wahoo en Perú, sé que es familia de la Macarela; pero valgan verdades, esté es el pescado mas rico para hacer frito y a la parrilla que yo probé hasta hoy, me tendrá que disculpar mi tan querida chita que hasta hace poco ocupada esté lugar para mí.  Todo parece indicar que este será la olla de este viaje. 





Hemos llegado, luego de 21 días de mar azul, vemos tierra, de amanecida. Es verde, con montañas altas, parece un pedacito de la selva alta peruana, en una sinuosa isla. Se va llegando lindo cuando se llega en velero a alguna parte, despacio, y cambiando de ángulo mientras de avanza. Estamos en Nuka Hiva, en un pueblo llamado blablabla, pueblo digo yo, si es la capital de las Islas Marquesas. Contenta de haber completado este viaje, salimos a tierra. Para hacerme sentir como en casa, en la radio suena una conocida canción de bachata, la músca latina también cruzo el pacífico, al parecer hace un buen rato ya.