jueves, 21 de agosto de 2014

Partimos hacia el archipiélago de Tuamotus: Mauururu

Cambiar de latitud fue lo que más me gustó, no hay que cambiar el reloj, no tenemos nada más que hacer, que observar como cambia paulatinamente la hora de la aurora y del ocaso. Somos de nuevo meros testigos. Así como correr olas, navegar, sirve para afinar los sentidos. Cosas que antes me tenían sin cuidado, como la forma de las nubes, son lo primero que salta a mis ojos al salir a la cubierta, el cambio en la fuerza y dirección del viento; y de noche, claro, las grandiosas estrellas. 

En cinco días llegaremos al archipiélago de Tuamotus, recuerdo la primera vez que lo vi en el mapa. Estaba con Jeff, viendo en Google Earth, y aparecieron ante mis ojos estas islas, ni siquiera islas; estos anillos íslicos diría yo, inimaginados hasta entonces. Me reí, parecían de broma, luego que confirme su existencia; pensé que un día quería ir ahí. Un deseo muy pasivo, como de estrella fugaz; como cuando deseas poder teletransportarte o volar.   


Mauruuru: una isla al revés

Parecía dejar un océano para entrar a otro, más pequeño. El dibujo de un niño. Les llaman atolones, son lo contrario que islas. Mar rodeado por tierra y ésta, a su vez, rodeada por mar. Una franja aproximadamente 300 metros de ancho que forma un anillo imperfecto, en medio del Océano Pacífico. En Mauruuru, existe sólo un paso que siempre comunica la “laguna” con el mar abierto. 




Llegando a Faaite de Nuku Hiva




Unos días anclados en el paso, y notamos algo curioso, el agua siempre fluye desde adentro del atolón hacia afuera. Nosotros pensábamos que los cambios de marea, determinarían si el agua sale o entra a la laguna, pero no es así. El agua entra por los tramos donde el atolón es más estrecho al sur del mismo, ahí se forman pequeños y eventuales pasos naturales, que usamos los tiburones pequeños, los pescados y yo a kayak. Según me comentan los locales, estos pasos naturales, solo existen cuando el swell es pronunciado y viene del sur, ya que en el norte el atolón es muy ancho: de casi un kilometro! 
Cuando no hay swell, el flujo de agua por el paso es casi nulo. Se vuelve la laguna como dentro de una burbuja. Suena trillado, pero el cielo se mezclaba con el mar de una manera que yo nunca antes vi. Una armonía de colores pasteles que, a primera impresión inmóvil, va virando lentamente de naranja al transparente, pasando por turquesa.  Desde la sobriedad más pura, hacen sentir en otra dimensión. En  Mauruuru, olvidaba mencionar, el comercio de alcohol está prohibido por ley. 



Paso de Faaite, Foto: M. Mahoney 



Los dos primeros días, sin swell, he pasado en el mar buceando cerca de dos horas, y he visto 9 tiburones. Pequeños todos, el más grande era una cabeza menos que yo y siempre con su remura de escolta. Se acercaban, yo psicosiada con el tiririritiririri de Spielberg; y Melissa, mi compañera de Kaimana, persigiéndolos para mostrarme que son ellos los que tienen miedo de nosotras. Dejavú. Sé que son curiosos no agresivos, tienen suficientes peces para alimentarse y eso, pero tiburón es tiburón y, por más que sean pequeñitos, ese avanzar de depredadores con  el que andan, es atemorizante.



Tiburón de arrecife. Foto: M. Mahoney












Afuera del Atolón, Faaite. Foto: M. Mahoney
Llegaron las olas y la espera valió la pena, son perfectas, prolijas, tubulares. Izquierdas, rompen bastante cerca del arrecife, una tras otra de diferentes tamaños, uniformes en su perfección.  Los locales se pasean, cogen una tras otra; yo impresionada y aún un poco temerosa, miro como cada  una termina una más cerca del reef que la anterior. El drop es rápido y de esas olas que conforme van reventando aumentan su tamaño, y van manifestando su fuerza en una explosión, en pocos metros, al menos que seas local y amigo del reef. 

Una perfecta ola de una pequeña isla, de un estrecho pasaje; no confundir con pequeña ola; de lo bueno poco le viene como anillo al dedo a esta olas. Pienso que 7 surfistas en esta ola, serían ya demasiados, por suerte en Mauururu, solo viven tres.  



Foto: M. Mahoney




Foto: M. Mahoney

                                                                                       Foto: M.Mahoney



                                                                                                                                                                       Foto:M.Mahoney


Local al límite. Foto:M.Mahoney






 La caza del pulpo 

Hoy rodeando el pueblo con el kayak, familiarizandome con los corales que rodean la villa, buscando canales, un sitio tranquilo para estar; he dado con una playita de arena. Una treintena de cocoteros en la orilla, la hacen aun más apetecible. Varo el kayak en la arena, ningún coco se ve fácil de alcanzar, me quedo disfrutando de la sombra y de la hermosa vista. Estoy sumida en mis pensamientos y empezando a caer dormida a todo el estilo San Martín, cuando de pronto, un visitante llama mi atención, y me trae de regreso. Ha venido a mi, en un tumbito un pulpo curioso y desafortunado: púlpito al olivo. En esté mar tan cristalino que sentada a unos  cinco metros de la orilla, su andar fluido de pulpo lo ha delatado. Con muy poca fé, como quien quema su único cartucho, he colocado el remo del kayak en su curso y  sorpresivamente ha caído en la trampa. Se ha prendido del remo y lo he sacado del agua - bastante nerviosos los dos. Hemos librado una batalla en la orilla, él trataba de escapar y volver al mar, yo volver el tiempo atrás y no meterme en su camino. Pero a lo hecho pecho, mientras le doy vueltas como un anticucho, pienso: y ahora qué?!. De entre los cocos he visto venir a un hombre grande y sonriente, que al parecer observó toda la escena. Me ha ofrecido un coco, y se encargo del trabajo sucio. 


Vuelvo a barco feliz, con el almuerzo recién capturado. Así la receta que comparto en esta aventura, es como lavar y hervir un pulpo.



La playita del pulpo









Para hervir el pulpo
1 pulpo de 1 Kg mínimo (si es más pequeño, es muy muy malo) 
1 nabo
1 tomate
1 mano de arroz blanco
 2 bolsitas de té verde
un chorrito de sillao
granos a pimienta negra entera
mucha sal
un colador de plástico o arena y una roca

El lugareño que me ayudo a matar al pulpo se llamaba Mihano, y no solo me ha ayudado sino me ha enseñado la manera local de lavar el pulpo, y es que así va la vida acá en Faaite, no existe aquel apuro psicológico y patológico, que mucho nos afecta en las ciudades grandes. 

 Una vez que el pulpo esta bien muerto, nos sentamos y lo “arenamos”, como si fuéramos a apanarlo, pero con la arena de la playa. Buscamos una piedra que quepa cómodamente en nuestra mano diestra, y procederemos a frotar la piedra sobre el pulpo arenado, de tal manera la baba del pulpo se va despegando. Eventualmente sumergimos el pulpo en el mar, le damos una nueva “arenada” y a seguir frotando, hasta que al pasar nuestros dedos por la superficie, se sienta liso y la mucosidad haya desaparecido. Así limpan el Pulpo en Tuamotus 


Si no tenemos la suerte de estar en la playa, sino en una cocina. Vamos a simular esta situación, con la ayuda de un poco de sal y un colador de plástico. Echarle bastante sal al pulpo, y a restregarlo contra el colador, como si estuviéramos lavando una media sucia, pero bien sucia. Al igual que en el método anterior, vamos a ir viendo como en la superficie del pulpo se forma una espuma, que es la baba desapareciendo. Luego lo vamos a enjuagar y verificar que al pasar nuestra mano este liso y no mocoso. Si estuviera aún mocoso, un poco más de sal y de nuevo al colador a restregarlo. 

En una olla muy grande vamos a poner 9 litros agua, junto con todos los ingredientes salvo el pulpo. Llevamos a hervir a fuego alto, fuero alto de verdad, debe verse como el caldero de una bruja. 

Al pulpo, que ya hemos retirado la mucosidad, vamos a retirarle todos los órganos que se encuentran en la cabeza, sin olvidarse que en la boca tiene un piquito, con apariencia de choro, que ser debe remover ejerciendo un poco de presión. Vamos a asustarlo cinco veces, es decir, sumergirlo tres veces en el agua hirviendo, cogiéndolo de la cabeza.  Luego de cada zambullida, y acá recomiendo utilizar un guante para no quemarse la mano, vamos a tomarlo de el extremo de los tentáculos y estirarlo. Luego de la quinta vez, lo soltamos en el agua hirviendo, que tiene que estar burbujeante de caliente, y sin bajarle el fuego, lo dejamos por 40 minutos. Pasado ese tiempo, verificamos con un cuchillo que este suave, y dejamos enfriar en el agua de la olla, con paciencia.    


En el pueblo, no hay "mucho para hacer", así que hay hacer algo al respecto. El point es la magasin Mohana, la casa de mi amiga Tiarere, talentosa bailarina y coreógrafa.  
Luego de visitar algunas veces, y conocer las chicas, me invitan a bailar con ellas: quieren que forme parte de la comparsa para el Heiva que se llevará a cabo el próximo sábado. Las danzas tahitianas son difíciles, pero ellas disciplinadas, se reúnen todos los días, incluso dos veces al día a practicar; yo que no lo soy  tanto, me uno cuando no hay olas. Mi falta de constancia  pero sobretodo de talento para el baile, impiden que participe propiamente en la comparsa.  Igual me integro y formó parte del grupo, hacemos con palmeras y flores unos lindísimos atuendos para la noche de la presentación. Continuo tratando de coger el swing tahitiano sin mucho éxito. Llega el día de la contienda, los tres grupos que participan son buenos, y felices. El mío más porque obtiene el primer lugar. Para celebrar nos el domingo, hacemos un pequeña fogata en la playita, bailamos, cantamos y tomamos "Como puaca", cerveza de coco, que se comercializa por lo bajo. Volvemos a nuestras casas a las 4 de la mañana, el tiempo voló.  




Momentos de ermitaña

 La naturaleza virgen que reinaba en Mauruuru ha sido violentada por una plaga, que no descansa; oigo sus murmullos en todas las esquinas, en los momentos mas inesperados e inoportunos. El regatón ha llegado a Mauururu, y lo que es más grave, a todos les encanta. Lo que me pareció gracioso, bonito y hasta familiar en Marquesas; acá es una pesadilla. Empieza en la mañana y no para hasta tarde en la noche. Ahora estoy en el palmar, vine acá a escribir, ahuyentada por el incesante bum bum st st de Daddy Yankee y compañía. Sentada sobre un pseudotronco; bajo la sombra de una palmera, la misma palmera me resguardaba cuando divisé el pulpo, pienso si la globalización es desarrollo o castigo divino, en cada esquina un bum bum distinto. Lo irónico es que la música local es hermosa y alegre, música de verdad, hecha con madera y cuerdas; pero la escuché más en las personas mayores. 


 Así como llegue tres semanas luego, pero de prisa me fuí de Mauruuru, sin pensarlo mucho, dejando atrás este hermoso lugar, a mis amigas Tiarere y Patricia, con quienes hicimos una linda amistad, sin muchas palabras, pero con mucho cariño. Aún soñado con coconut crab.



















sábado, 9 de agosto de 2014

Marquesas: vida simple au poisson cru


Marquesas es uno de esos lugares donde las cosas hay que simplificarlas al máximo, lo saben bien los lugareños; luego de pasar una semana acá, nosotros también. Últimamente, como da fe mi recetario, la simplicidad no ha sido mi religión.  La nueva latitud me ha pegado y, de pronto, lo que ayer era primordial,  hoy se siente exagerado y hasta ridículo; todo. 






Foto: Melissa Mahoney
Foto: Melissa Mahoney

Caminando por la playa, encontramos un grupo de personas, están instaladas sobre el arrecife, la marea está muy baja, ni se mojan los pies. Nuestra primera impresión es que están trabajando. Pescadoras? marisqueras?. Venciendo la timidez y la barrera lingüística, nos acercamos a enterarnos de qué se trata. Tienen dispuesta una estación: una mesa, sobre ella descansan dos recipientes con agua, limones cortados por la mitad y algunos trapos. Son unas arañas de mar oscuras, las presas. La primera persona en la cadena les quita el caparazón y les da un chapuzón; la segunda los parte por la mitad y les da un segundo chapuzón; la tercera, ahí es que nos hemos acoplado nosotras; los apachurra bien para que salga la carnecita, les exprime unas gotitas de limón encima y se lo lleva a la boca. Tienen ya los dientes negros, deben llevar un buen rato ahí; y no las culpo, es delicioso. Cada bocado se siente como una zambullida en el mar, en este mar amarronado y tiburonado, en el que es sabio inclinarse por las zambullidas imaginarias.  Ni marisqueras ni pescadoras, había sido un picnic familiar al puro estilo Marquesiano.  Al despedirnos nos dan una bolsita ziploc con algunos bichos para el camino.


Llevamos una semana acá aclandos en Nuku Hiva, intentando reparar el generador del velero. Es importante porque en nuestro próximo destino, el archipiélago de Tuamotus, las lluvias son escasas y sin generador no podemos poner a funcionar el sistema de ósmosis inversa para obtener agua dulce. En está semana que vamos en la bahía ya conocemos a todo el pueblo, y todo el pueblo nos conoce, sabe que nuestro generador no funciona, que en un primer momento pensamos que era un capacitor, y que luego descartamos y ahora sospechamos que es mas bien el dial.  

Dato curioso, hemos probado los cangrejos ya de vuelta en Kaimana, horas luego del encuentro en el Picnic, y habían perdido su magia. Al parecer este manjar, lo es cuando se come in situ.


Poisson cru au lait coco


El poisson cru au lait de coco, es uno de los manjares de la polynesia francesa. Con sello marquesino, simple como todo por estos lares. Cortar pedazos de pescado blanco, en tiras o cuadraditos, salarlo, verter un poco leche de coco; agregar pepino o col, zanahoria, picados en el formato que más te guste, finalmente una raja de limón. No hace falta nada más. Eso sí, pescado fresco, limón bien verde y leche de coco fresca también. 

Tanto floro de cambio de latitud y que los diez monjes, pero la verdad que  no puedo con mi genio de cocinera: cambié un poco la receta. Sazoné las verduras cortadas en juliana con un poco de ciboullete, una gotitas de limón y un chorrito de aceite de coco, al pescado lo embadurne con un chorrito de aceite de coco, un poco de cáscara de limón y algo de togarashi. Pero debo decir que la receta original, es simple como dios manda. Los otros ingredientes ya son capricho mio, tuyo y de la casera del mercado. 



Foto: Melissa Mahoney, HI
400 gr pescado blanco
media taza de leche de coco espesa, fresca. 
un limón cortado en rajitas
col
pepino
zanahoria
tomate
una hoja de lechuga


Foto: Melissa Mahoney, HI


Como los machos, sin reacondicionador ni watermaker, hemos decidido partir hacia los atolones Tuamotu. Si los locales pueden vivir sin watermaker allá, nosotros también. Las condiciones de swell son perfectas para el atolón al que nos dirigimos: Faite. Nos acercamos a las escalofriantes paradisiacas olas  de esté viaje transoceánico! 

Esa travesía será más corta que la anterior, calculamos 5 días, navegando con el viento a favor.  Me hubiera gustado quedarme unos días más, aprender ha hacer esos chips de fruta pan de los que me hablaron mis amigas locales, ir a las cataras. Empiezo a sentir la melancolía de partir, que  ya me es tan familiar. Emociones confundidas bailan sobre el mar mientras zarpamos, ninguna logra imponerse, prefieren irse a bucear. Curiosidad por el próximo destino, ganas de correr olas, la certeza de estar dejando un lugar sin explorarlo, sin encontrarme con él lo suficiente. Pero donde manda capitán no manda marinero, y ni que decir cocinera. Será para otra oportunidad, siempre las hay.