lunes, 23 de marzo de 2015

 No Apto para Celiácos.  

La onda saludable: consume orgánico, no ajinomoto, no lácteos, no gluten, no, no, no; es que en el furor de la batalla aparecen falsos enemigos, caiga quien caiga, la onda healthy viene con todo. Arrastra a muchos cambios positivos, a la postre la gente come cada vez más sano, pero me pregunto con cierto sabor amargo, que hizo el gluten para que se la agarren con él? Es que acaso, de pronto, la población mundial de celíacos aumentó exponencialmente. El trigo ha sido desde siempre un alimento natural, buena fuente de aminoácidos, fibra, carbohidratos y energía. En Perú lo comemos como tal, trigo en granos, en un delicioso guisito y que no tiene nada que envidiarle a otros cereales.  La papa, otra que siendo también buena fuente de energía, un producto no procesado, buena fuente de vitamina C, se ha convertido en un indeseable de los sanitos; por común y corriente, o tal vez gracias a las chips y a las papas fritas industriales. Mucha gente me pone cara de pocos amigos cuando pronuncio éste ingrediente en mi menú peruano. Desafortunados ellos que nunca oyeron, y a este paso, nunca oirán, hablar de la papa de montaña, la papita amarilla que crece allá en los Andes, casi casi sin necesidad de aplicaciones químicas, dado ésta valiente crece en lo alto, cerca a 3000 msnm en las tierras donde el sol es muy fuerte y el aire muy muy frío. Esta habitante natural de la Cordillera de los Andes, por lo general, certificación orgánica no tiene; y pero el "aceite de palma orgánico” que a menudo invade los bosques primarios para llevar a cabo su tan benigna producción, sí. 

Soy omnívora, pero me prefiero basar mi dieta en vegetales más que productos cárnicos y derivados, por amor a los animales, a planeta y a mi cuerpo. Creo que en la variedad esta no sólo  el gusto sino también  la salud.  En lugar de buscar etiquetas que digan no msg, organic o watever', busco consumir productos que no tengan etiquetas, que no hayan atravesado mares y cielos para llegar hacia mí. Si una salsa esta en un pomo por varios meses, no creo, así diga organic o écologie o fat free o tenga el dibujito de la ranita; que sea buena idea comerla.

No confundir, soy amiga del activismo de la vida sana, de la cultura orgánica real y consciente, pero existe un punto de inflexión, en el cuál convertida en una industria, termina por distorsionar su sentido de amigable con el planeta. La gota que derramo mi vaso fue ver que en los supermercados, venden cebolla ya picada en bolsita. Como es posible que a la cebolla que tiene una vida de anaquel relativamente larga, la piquen y la empaquen, condenándola a vivir en el frío, y que para colmo le pongan un sello que dice orgánico. No msg added?, com’on’. Repito, estoy del lado de los verdes, del planeta; pero no puedo dejar de preguntarme si las bandas de cera depilatoria ecológicas hechas con aloe vera orgánico son realmente más amigables con el ambiente que las simples. 

Las ciudades son las verdaderas junglas, donde el éxito se mide en ganar más, tener más, acumular más, comprar más, más productos de raing alliance o ecocolors o bla bla bla, y es que entre tanto edificio y asfalto no nos percatamos de los daños de nuestro comportamiento consumista, así sea verde o fuscia.  En esta pequeña isla, la cosa es distinta. Estamos en sotavento de la Polinesia Francesa, específicamente en Raiatea.  La onda orgánica está presente, no sólo gracias a la influencia de internet o a documentales; sino a observaciones directas. Hoy buceando, notamos que el coral está muriendo conforme nos vamos acercando a nuestro anclaje que se encuentra muy cercano a la  mayor cuidad estas islas, que es básicamente un pueblito.  Veo las montañas de estas lindas islas donde vivo hace unos meses  lucen saludables, veo árboles, cataratas y en la noche las estrellas aparecer; hoy me parece normal. Pienso en mi Lima en mi barrio, con mucha nostalgia y un poco de confusión; que habrá habido debajo de esta acera, de estas pistas que lo cubren todo: desierto, valle, un pantano? sea lo que fuese, a simple vista ya no hay rastros. Pienso en este viaje, como empezó, como viró y me dispongo a volver. Es intenso el retorno; la inevitable la tan trillada mezcla de sentimientos, extrañe mucho, estoy feliz, aprendí también bastante, pero encontraré mi nicho de regreso en Lima ? Creo que nunca podré ver mi ruidosa y querida Lima con los mismos ojos. Mucho no tengo, todo me cabe en una maleta; sin embargo me siento exitosa, de poder ver el mundo desde este cristal sin lunas polarizadas, y de compartirlo contigo.



Un poco de Tahaa y Bora Bora de fondo. Foto: J. Ward 


El Edén perdido en el mar

Las islas marquesas me recibieron y me despidieron de Polinesia Francesa. Antes de empezar a navegar, el libro "El Paraíso en la otra Esquina", me las mostró brevemente,   pero nunca las ubique en el mapa. No sospeche que el destino me traería  a ellas.

Un mundo aparte, un edén como nunca conocí. Cuando hablamos de paraíso, lo primero que nos viene a la mente son playas blancas, con palmares, aguas transparentes y pececillos de colores. Pues en las islas marquesas encontramos pero muy poco de eso, lo que  hay es abundancia y pureza; un paraíso real, para el habitante constante.

Tal vez la historia, que describe los habitantes de Las Islas Marquesas como caníbales, fue la clave para que las islas se mantengan tan vírgenes. No hay parque nacional ni área protegida, pues no es necesario inventar nada de eso. Los Marquesinos mantienen una relación estrecha con su isla y por ende la cuidan. Saben bien que de ella dependen para sobrevivir, que a ella le debe lo que comen cada día, los peces que merodean la zona y las lindas flores que adornan sus jardínes.

Para disfrutar Marquesas hay que saber apreciar la naturaleza, encontrar placer en las cosas simples de la vida; como un asado de cerdo salvaje de la montaña; recoger los limones de los árboles durante la caminata para luego llegar a preparar un ceviche de película. Encontrar camotes morados medio fucsias, y como no hay cancha serrana, experimentar con chips de fruta pan para darla ese infaltable toque crocante al ceviche.  Aprender a remar las enclenques Vaa' en aguas bastante atiburonadas, perseguir chivos en la montañas y hacer caminatas de 5 horas para llegar a ver caballos salvajes en su habitad.   Olvidarse que existen brandins y logos, en estos tiempos para todo; un poco querer salir de esta era y volver a cuando las cosas eran menos complejas.

Un Mahi Mahi, dándonos la bienvenida a Nuku Hiva Foto: J.Ward
Costa llegando a Nuku Hiva. Foto: J.Ward

El gran cañon, Las Islas Marquesas Foto: J.Ward

Foto: J.Ward



Gracias vida. Foto: J.Ward

Tiki en Hiva oa, con una alpaca grabada en la base. Foto: J. Ward


Diego, con las Guanábanas más grandes del mundo. Foto: J. Ward
 



Pan de Árbol, cocinado al estilo local. Foto: J.Ward
Causa 

Para que la causa salga rica, a mi parecer, hay dos detalles importantísimos.

1. Papita amarilla y no papa blanca. La consistencia de la papa amarilla es otra y nos da una masa no aguachenta ni pegajosa, fácil de trabajar.

2. Ají amarillo fresco, no de pomo o algún tipo de mezcla ya hecha para ahorrar tiempito. El ají se tuerce muy rápido, para evitarlo los productos comerciales tienen vinagre que altera su dulce picante tan querido sabor. 

Ingredientes: 

1 Kg papa amarilla 
1/2 taza de pasta de ají amarillo 
2 limones verdes 
3 cdas. aceite vegetal
culantro y perejil picados
choclo
aceitunas negras 
palta 
pescado fresco o mariscos o pollito o huevito duro (nunca atún de lata)

Esta receta es básica, les comparto cómo preparo yo el puré de la causa. De ahi los otros ingredientes ya son alternativos y para agregarlos al gusto del cocinero de turno. 

Una breve historia

Una mujer nunca se queda de brazos cruzados frente a la adversidad. Cerca a 1840 durante la Guerra del Pacífico, buscando recaudar fondos para los afectados, las mujeres peruanas pensaron a vender alimentos tipo feria en las plazas de armas. Las donaciones para preparar las viandas, no eran siempre constantes: un día llegarían aceitunas, otro paltas, otro por ahí pescados, tal vez otro camarones; lo que sí era  constante en la canasta, por supuesto, papa y ají. Así fue cómo que se ideó la causa,  pure de papa sazonado con ají y coronado con unas pocas gotas de limón, relleno de lo que buenamente tengamos; quien lleva tal nombre ya que era vendida "por la causa".
La Receta 
Hervir las papitas con sal para que no se rompan y se hagan nada en la olla. 
Luego cuando estén aún algo calientes vamos a pasarlas por el prensa papas repetidas veces, hasta que nuestra pasta de papa nos quede totalmente lisa y suave. Dejamos reposar un rato para no quemarnos las manos. 

Mientras que están hirviendo las papitas, vamos a limpiar pacientemente el ají amarillo, una vez sin venas ni pepas, se hierve por tres veces, cambiando el agua cada vez, para quitarle en cierta medida el picor. Este procedimiento esta detallado y con fotos en el capítulo "plink plink plink, se va el pan" de Ollas y olas. Licuamos los ajíes de preferencia pelados con un poquito de aceite y sal.

El relleno, como cuenta la historia, con lo que haya a disposición. Palta y huevo para los vegetarianos. Pescadito crudo o a la parrilla, con un poco de escabeche, pollo para los que comen simple, camarones, habas.

Causa de pejerrey crocante

Causa nikkei


Desodorante de Cocina

Está receta es de cocina si, pero no se come. Me la mando mi amigo Didi, viajero y amante de la naturaleza. La he probado en muchas personas e incluso bajo el calor de la vida isleña del Pacifíco Sur, es efectivo.
    
2 cdas de bicarbonato de sodio
1.5 cdas de maizena
1.5 cdas aceite de coco
unas gotas de aceite del árbol del té.