El viaje ya empezó, creo, muchos años atrás. Perú es un paraíso de olas y de ollas; pero yo tan persona, no puedo evitar soñar ya con otros paraísos, lejanos y desconocidos.
Mi hipótesis inicial es que la biodiversidad de un lugar determina el nivel su cocina, digo inicial porque cuando viajo, mi mente se toma el viaje en serio y va mucho de un polo a otro.
Un poco mi año pasado.
Seis meses en Panamá me dio bien el tiempo para correr buenas olas, también cocinar espectaculares atunes, caballas y langostas. Fue la primera vez en mi vida que experimenté sacar del mar los pescados y mariscos vivos, y los aniquiló. Me hizo pensar mucho en quien o qué soy yo, y la justicia de la vida y la muerte. No amo los excesos de carnes pero tampocosoy vegetariana. Me sentí realmente parte del ecosistema y de la cadena alimenticia.
La delicia panameña número uno para mí es encontrar siempre un coco maduro en la orilla del mar, luego de un surfin´ hummm, fantástico, super refrescante; refrescante también generar cero basura. Llevar un machete en mano es siempre buena idea.
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