sábado, 9 de agosto de 2014

Marquesas: vida simple au poisson cru


Marquesas es uno de esos lugares donde las cosas hay que simplificarlas al máximo, lo saben bien los lugareños; luego de pasar una semana acá, nosotros también. Últimamente, como da fe mi recetario, la simplicidad no ha sido mi religión.  La nueva latitud me ha pegado y, de pronto, lo que ayer era primordial,  hoy se siente exagerado y hasta ridículo; todo. 






Foto: Melissa Mahoney
Foto: Melissa Mahoney

Caminando por la playa, encontramos un grupo de personas, están instaladas sobre el arrecife, la marea está muy baja, ni se mojan los pies. Nuestra primera impresión es que están trabajando. Pescadoras? marisqueras?. Venciendo la timidez y la barrera lingüística, nos acercamos a enterarnos de qué se trata. Tienen dispuesta una estación: una mesa, sobre ella descansan dos recipientes con agua, limones cortados por la mitad y algunos trapos. Son unas arañas de mar oscuras, las presas. La primera persona en la cadena les quita el caparazón y les da un chapuzón; la segunda los parte por la mitad y les da un segundo chapuzón; la tercera, ahí es que nos hemos acoplado nosotras; los apachurra bien para que salga la carnecita, les exprime unas gotitas de limón encima y se lo lleva a la boca. Tienen ya los dientes negros, deben llevar un buen rato ahí; y no las culpo, es delicioso. Cada bocado se siente como una zambullida en el mar, en este mar amarronado y tiburonado, en el que es sabio inclinarse por las zambullidas imaginarias.  Ni marisqueras ni pescadoras, había sido un picnic familiar al puro estilo Marquesiano.  Al despedirnos nos dan una bolsita ziploc con algunos bichos para el camino.


Llevamos una semana acá aclandos en Nuku Hiva, intentando reparar el generador del velero. Es importante porque en nuestro próximo destino, el archipiélago de Tuamotus, las lluvias son escasas y sin generador no podemos poner a funcionar el sistema de ósmosis inversa para obtener agua dulce. En está semana que vamos en la bahía ya conocemos a todo el pueblo, y todo el pueblo nos conoce, sabe que nuestro generador no funciona, que en un primer momento pensamos que era un capacitor, y que luego descartamos y ahora sospechamos que es mas bien el dial.  

Dato curioso, hemos probado los cangrejos ya de vuelta en Kaimana, horas luego del encuentro en el Picnic, y habían perdido su magia. Al parecer este manjar, lo es cuando se come in situ.


Poisson cru au lait coco


El poisson cru au lait de coco, es uno de los manjares de la polynesia francesa. Con sello marquesino, simple como todo por estos lares. Cortar pedazos de pescado blanco, en tiras o cuadraditos, salarlo, verter un poco leche de coco; agregar pepino o col, zanahoria, picados en el formato que más te guste, finalmente una raja de limón. No hace falta nada más. Eso sí, pescado fresco, limón bien verde y leche de coco fresca también. 

Tanto floro de cambio de latitud y que los diez monjes, pero la verdad que  no puedo con mi genio de cocinera: cambié un poco la receta. Sazoné las verduras cortadas en juliana con un poco de ciboullete, una gotitas de limón y un chorrito de aceite de coco, al pescado lo embadurne con un chorrito de aceite de coco, un poco de cáscara de limón y algo de togarashi. Pero debo decir que la receta original, es simple como dios manda. Los otros ingredientes ya son capricho mio, tuyo y de la casera del mercado. 



Foto: Melissa Mahoney, HI
400 gr pescado blanco
media taza de leche de coco espesa, fresca. 
un limón cortado en rajitas
col
pepino
zanahoria
tomate
una hoja de lechuga


Foto: Melissa Mahoney, HI


Como los machos, sin reacondicionador ni watermaker, hemos decidido partir hacia los atolones Tuamotu. Si los locales pueden vivir sin watermaker allá, nosotros también. Las condiciones de swell son perfectas para el atolón al que nos dirigimos: Faite. Nos acercamos a las escalofriantes paradisiacas olas  de esté viaje transoceánico! 

Esa travesía será más corta que la anterior, calculamos 5 días, navegando con el viento a favor.  Me hubiera gustado quedarme unos días más, aprender ha hacer esos chips de fruta pan de los que me hablaron mis amigas locales, ir a las cataras. Empiezo a sentir la melancolía de partir, que  ya me es tan familiar. Emociones confundidas bailan sobre el mar mientras zarpamos, ninguna logra imponerse, prefieren irse a bucear. Curiosidad por el próximo destino, ganas de correr olas, la certeza de estar dejando un lugar sin explorarlo, sin encontrarme con él lo suficiente. Pero donde manda capitán no manda marinero, y ni que decir cocinera. Será para otra oportunidad, siempre las hay.



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